viernes, 19 de abril de 2013

Correremos sin miedo


La recta de meta de un maratón esconde meses de esfuerzo y sacrificio. Meses de ilusiones compartidas y de pequeños sueños de grandeza. Imagino a ese puñado de corredores populares enfilando los últimos metros del maratón más antiguo del mundo. Los imagino visualizando el gesto que harán al cruzar la meta, de quien se acordarán o de cómo lo celebrarán.

Imagino a ese atleta aficionado que ve un reloj que marca las cuatro horas y nueve minutos. Imagino su orgullosa sonrisa ya nada disimulada, sus ojos vidriosos y su alma de hombres o mujeres invulnerables. Han vencido al dolor, al cansancio y al agotamiento. Dejaron atrás el temido muro sin sospechar que unas millas más adelante la estupidez humana iba a cercenar el humilde sueño de quien aspira a ser grande sólo por un pequeño instante .

Imagino a esos corredores que escuchan un estruendo. Un instante de parálisis antes de preguntarse ¿“Dios, donde están los míos”? ¿”Estarán bien? “ Los imagino olvidándose de la medalla que persiguieron durante casi un año de duros entrenamientos y sacrificios, buscando el desesperado abrazo de sus parejas, hijos y amigos que esperaban entre el público. Imagino el reencuentro y las lágrimas de alivio antes de rescatar el espíritu solidario que llevan puesto todos los maratonianos. Los imagino a salvo y con la mente en las decenas de heridos y en los tres muertos. Los imagino chapurreando en inglés para explicar a la Policía y a los voluntarios de Boston que quieren echar una mano. Que quieren ayudar. Los imagino camino de los hospitales para donar sangre o simplemente para consolar a las víctimas y a sus familias.

Escribo estas líneas convencido de que quien o quienes hayan colocado los artefactos no podrán asomarse nunca al espíritu del maratón. Los bastardos que han matado a un niño de 8 años y a dos espectadores y que han mutilado a decenas de personas han conseguido sólo eso. Mutilar a decenas de personas. No entenderán nunca que un maratoniano no se rinde jamás. Que no cede ante las adversidades por muy cargadas de “goma 2” o tornillos que vengan. Que un “runner” no renunciará a la LIBERTAD de correr 42 kilómetros y 195 metros por las calles de las ciudades más importantes del mundo.

Esos malnacidos no entenderán que el maratón es un ejemplo de esfuerzo, entrega, sacrificio, solidaridad y compañerismo. Y no entenderán que todos nosotros, todos los runners, ya imaginamos, sin miedo, cómo será el final de nuestro próximo maratón. Levantaremos la vista, apuntaremos al cielo y recordaremos a los que nos dejaron en Boston.

Óscar Vázquez, periodista y maratoniano. (eluniversodemartina.com) (@oscarvazquezcar)


1 comentario:

  1. Bonitas palabras para un lamentable atentado, nunca entendere estas barbaridades. Un saludico.

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